sábado, 12 de septiembre de 2009

Nota a julieta diaz en LOOK



“Mi gran sostén son los afectos”
Es la actriz del momento, la niña mimada del teatro y la televisión. Los 30 puntos de rating en la tira “Valientes” y el éxito de “El año que viene a la misma hora”, que protagoniza con Adrián Suar, no lograron hacerla perder su eje. Sencilla y frontal, admite que le gusta la moda, pero que no ocupa un lugar importante en su vida.



Con sólo 31 años alcanzó la cúspide de su carrera profesional y hoy saborea dos éxitos formidables en televisión y en teatro. Julieta Díaz se exulta cuando le hablan de los 30 puntos de rating que todas las noches hace "Valientes", la tira que protagoniza en Canal 13. Y habla de bendición cuando se refiere al público que colma el teatro Maipo en cada función de “El año que viene a la misma hora”, que interpreta junto con Adrián Suar.
Está en la cresta de la ola, pero con los pies sobre la tierra. Se percibe apenas saluda, con una sonrisa y una calidez poco frecuentes. Es sencilla y aunque detesta las preguntas personales, aquéllas que se cuelan en su intimidad, no las esquiva. Es frontal, sin vueltas, auténtica. Si algo no le gusta, lo dice, pero sin regatear amabilidad. Así es la actriz del momento. Una mujer llana, que le gusta lo que hace.
–¿El éxito, además de felicidad, causa temor, angustia?
–No, al contrario, me hace muy feliz que la obra y la tira de televisión en las que estoy trabajando estén yendo bien. Es cierto que a veces me estreso por querer cumplir con todo. También, siento que tengo que aprovechar el momento, desde un lugar un poco maníaco, pero está bueno relajarse y disfrutar. Realmente estoy muy contenta porque el teatro está siempre lleno y porque “Valientes” hace 30 puntos de rating. ¡Es una bendición!
–¿Cómo surgió la vocación de actriz?
–De mi papá, que es actor (Ricardo Díaz Mourelle). De chica ví la cocina del teatro, me fascinaba cómo él jugaba a ser otro. Siempre estaba conectaba con las bambalinas, me moría de ganas de estar en el escenario. Era fanática de un musical de Hugo Midón, me lo sabía de memoria y lo cantaba mientras mis viejos me miraban. Con una amiga nos habíamos aprendido todas las canciones y hacíamos el espectáculo entero en mi casa o en la de ella; nuestros viejos eran el público, pobres, se tenían que comer lo mismo como 80 veces (ríe). A los 10 años ya sabía que quería ser actriz, empecé un curso barrial y después vinieron estudios más completos y complejos. La vocación se metió dentro de mi casa, y la elegí.
–De chica, ¿eras buena alumna o complicada para el estudio?
–Nunca fuí muy buena alumna. Me maté estudiando, por eso hubo años que sacaba buenas notas, esa es la realidad. No era fácil, me costaba matemática, geografía. Al principio me iba más o menos, después me tiré un poco a chanta, me llevé un par de materias y, como no me gustó nada quedarme a estudiar en el verano, me puse las pilas y nunca más me llevé materias.
–¿Tus padres eran muy exigentes con tus responsabilidades?
–No, siempre me preguntaron qué me pasaba; cuando me llevé las materias mi vieja fue la que me ayudó a prepararlas. »
No eran súper exigentes, tampoco despreocupados. Con mi vieja siempre tuve muy buena comunicación y cuando tenía algún conflicto, lo charlábamos.
–¿Qué recuerdos te trae la época en la que viviste en una pensión con tu mamá?
–La pensión estaba frente al Parque Lezama, las dos dormíamos en una habitación. Fue al poco tiempo de que mis padres se separaran. Era una casa triste, había otros chicos, mi vieja jugaba a las cartas conmigo y me daba la bola que podía; no fue una linda época. Por suerte duró un año y medio. Después mamá consiguió otro hotel, mucho mejor, una casa antigua cuyo dueño, un artista plástico, alquilaba habitaciones. Teníamos un ambiente con un entrepiso donde yo dormía. Había un living y podíamos invitar gente, en el otro lugar no se podía hacer nada. Era para dormir, bañarnos y comer. Tiempo después, a mi vieja le empezó a ir mejor y pudimos alquilar un departamento. Nos mudábamos mucho porque nunca tuvimos casa propia. Pero siempre las decoraba muy bien, prolijas. Mi vieja es muy alegre y generosa. Además, siempre me daba la habitación más grande.
–¿Te asusta la idea de pasar una mala racha y no tener dinero?
–En este país, claro que me asusta. Acá nunca se sabe qué puede pasar mañana y eso genera incertidumbre. Es el miedo típico de la clase media, porque el que nació en cuna de oro sabe que va a tener plata toda su vida, pero el que se murió de hambre y se rompió el lomo, andá a tocarle lo que ganó con esfuerzo.
–¿Qué cosas te angustian?
–No estar bien con mis afectos, con mi pareja, mi familia o mis amigos. Si en el trabajo tuviera algún conflicto, también me angustiaría. Para mí es muy importante dormir tranquila y segura de que dí todo de mí, y que con mis compañeros hay buena onda. Mi gran sostén son los afectos.
Julieta creció entre cálculos astrológicos y cartas natales. Su mamá era astróloga (ya no) y cuando era chica le hizo su carta natal. “Todavía la tengo, pero la verdad no recuerdo qué decía, no la leí más”, se sincera la actriz, pero sabe que “mi ascendente es Leo y tiene una tendencia al tema de la actuación. Leo es el centro, el "yo soy”. Virgo, mi signo, es más medido, puntilloso, responsable. Aunque dicen que después de los 30 rige más el ascendente, porque es lo que tenés que aprender en esta encarnación”.
–Madre astróloga y espiritual, padre actor, creativo, ¿sos pura emoción?
–Hablemos de otra cosa, no quiero hablar tanto de mis viejos...
–¿Te costó ser hija única?
–(ríe mucho) Seguimos con lo mismo...
–No, porque te estoy preguntando cómo fue para vos haber sido hija única...
–Me hubiera gustado tener hermanos. El hijo único tiene toda la atención, para bien y para mal. Con hermanos hubiera aprendido un montón de cosas, aunque ser hija única me llevó a aprender otras: a ser más independiente, divertirme sin necesidad que haya otro que juegue conmigo. Pero fue un desafío cuando crecí: una nena tiene la fama de todos los hijos únicos: caprichosa, consentida. Pero cuando crecés tenés que aprender a ser diferente.
–¿Cómo ves la vida, con el vaso medio lleno o medio vacío?
–Si no la miro como un vaso medio lleno, soy una desagradecida. Es cierto que uno siempre busca lo que le falta, por esto de siempre ir para adelante. Pero la verdad... familia, amigos, amor, trabajo, salud, ¿qué más puedo pedir? Lo que por ahí puedo pedir es disfrutar de lo que tengo, ser más feliz. Que cada vez que mire hacia los costado permita darme cuenta de lo que tengo. Porque está la postura típica de no valorar las cosas hasta que uno las pierde. Tengo mis contradicciones como cualquier persona. Pero gracias a Dios es muy fácil mirar mi presente por el que estoy satisfecha y muy agradecida.
Tiene motivos para sentirse plena. Trabajo, reconocimiento y un gran amor que asomó a su vida, y parece que para quedarse. Brent nació en San Francisco, en los Estados Unidos, y llegó a la Argentina hace tres años de la mano de un emprendimiento inmobiliario. Se conocieron hace un año y nueve meses gracias a amigos en común, en un restaurante después de un estreno de teatro.
–¿Se viene el vestido blanco?
–(Ríe) ¿Me voy a poner un vestido blanco para la nota? Por ahora no. Lo que hay es amor. Todavía no hay planes de casamiento ni convivencia. Eso no quiere decir que no hablemos del tema. En algún momento me gustaría, me di cuenta que quiero casarme y ponerme vestido blanco. Son cosas que se van dando, siempre que sepas que eso es lo que querés y que camines hacia allá. El casamiento es un resultado, la meta es otra.
–¿Cuál es la meta?
–Tener un compañero con quien compartir la vida, alguien que te quiera y a quien querer; que deseás lo mejor para ese ser, cuidarse mutuamente, que te divierta y tengan los mismos valores.
–¿Qué te deslumbró de la personalidad de Brent?
–Lo que dice Fito Páez en un tema: “yo no buscaba a nadie y te ví”. No estaba buscando a nadie, por ahí lo hacía inconscientemente, pero nos vimos, y nos vimos. Lo que pasa cuando te enamorás, no conocés a la otra persona y ves a través de sus ojos. Para mí la canción de Fito resume lo que siento. Le ví el alma...
–Entonces, un embarazo no es algo remoto, ¿no?
–Ahora lo veo como algo más posible. Tengo 31 años, digamos que no es remoto, pero tampoco cercano; no es algo que desee en este momento. Hablemos de otra cosa, porque siento que te estoy contando más que a mi terapeuta (ríe, pero se nota que no quiere seguir hablando de esos temas). Nos ponemos demasiado intimistas...
–Bueno, hablemos de algo más frívolo. ¿Te interesa la moda?
–(Ríe) Nunca fuí una chica canchera con la moda; siempre llegué tarde. Me ponía ropa de »
la temporada anterior; veía algo en la vidriera que me gustaba, pero cuando podía comprarlo ya no se usaba. Lo mismo me pasó con el walkman, el discman y el MP3. Es el complejo de la clase media, lo digo con conocimiento de causa: me daba culpa gastar, cuando por fin me lo compraba, ya había otras cosas nuevas.
Pero la moda me atrae, te digo más, si pusiera toda la energía en lo que me gusta, gastaría un montón de plata y estaría todo el día espléndida. Pero la verdad es que siento que no es tan importante; está bueno, es divertido que las chicas seamos coquetas, nos cuidemos, pero hay algo en mí que nunca termina de... A veces me pongo lo primero que encuentro, y en un punto me siento liberada.
–¿Cuáles son tus diseñadores preferidos?
–De los internacionales no tengo mucho registro, pero de la Argentina me gustan María Cher, Pablo Ramírez, Cora Groppo, Benito Fernández, Laurencio Adot, la ropa de El Camarín.
–¿Qué es ser moderna y antigua a la vez?
–(piensa) Es ser como cualquier mujer que trabaja y tiene hijos, moderna y antigua. Siempre hablo de la mezcla de la madre y la abuela. Mi abuela dejó su vocación de cantante lírica porque mi abuelo se lo pidió. Mi mamá es súper independiente, progresista en su pensamiento, estudió Letras, en su momento era atea, una mujer muy moderna para ese momento. No se casó por iglesia, después se separó... Pero lo que no está bueno es ser tan independiente que no se necesite un hombre al lado.
–¿Sos como casi todas las mujeres, que mueren por los zapatos?
–Me gustan mucho, en este último tiempo invertí bastante porque me di cuenta que con un buen par de zapatos y un buen abrigo podés ponerte ropa más barata y queda bien.
–Decís que te gustan mucho los perfumes, ¿cuándo viajás comprás?–Sí. Además, a fin de año voy a pasar Navidad con los padres de mi novio, en San Francisco, Estados Unidos de Norteamérica. El año pasado pasamos las fiestas con mi familia y este año le toca a la de Brent. Estoy encantada con la idea, ¡por fin voy a comer almendras en invierno!

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